Pasamos la mañana de compras y la tarde en la playa nadando y tostándonos al sol.
Por la noche me invitó a cenar y cuando nos quedamos solos, le serví otra copa de vino.
Mientras bebíamos, seguí hablándole. No me resultó difícil desviar el tema de los antiguos amores al de la vitalidad y a ella misma, objeto de mis desvelos.
Me escuchaba como en éxtasis, con los ojos fijos en los míos y los rojos y carnosos labios entreabiertos. Sus turgentes senos se agitaban bajo su blusa blanca inmaculada, casi transparente y su largo cuello parecía suplicar por el delirio de un beso furtivo.
Me fui acercando lentamente, como si ni siquiera me diese cuenta, como si únicamente me empujara hacia ella una espontánea y no meditada atracción, igual que si aquellos grandes y oscuros ojos me estuviesen hipnotizando. Y cuando estuve próximo a su rostro, en el momento que pude sentir los efluvios húmedos y cálidos de su aliento, la besé delicadamente en los labios.
Fue apenas un roce tímido, fingidamente indeciso; pero me pareció que era exactamente lo que ella esperaba. La estreché entre mis brazos, delicadamente, sin violencia, ceñí su cintura delgada y flexible y volví a besar su boca, ahora con mayor energía y recreándome más. Mi lengua se abrió paso entre los labios y los dientes y encontró la suya, en la tibia intimidad de su boca, y experimenté la entrega, el abandono de su cuerpo entre mis brazos. Sobre mi pecho noté la dureza de los senos soberbios, el suave contacto de los pezones y entonces mi mano ascendió con lentitud y los acaricié.
Ella suspiró, con los ojos cerrados, y, sin que mis manos dejaran de recorrer aquellos duros pechos, mi boca descendió hasta besar su cuello. Un delirio prolongado estremeció su piel y supe que podía ir más lejos.
Mi mano buscó la entrepierna y el pubis bajo su vientre generoso y plano, mientras pensaba en su entrega final, que se aproximaba.
En aquel momento, en aquel mágico instante, me encontraba a sus pies...
Bien, no precisamente a sus pies, sino encima de su cuerpo espléndido y preparado para recibirme, si voy a ser sincero con vosotros...
8 comentarios
Toño -
Terre: Los fuegos, tía, me los he perdido. No los he visto ni por la tele. Gracias por la foto.
Tumejoramig@: Ojalá todo sea tan maravilloso como tu dices. Ojalá tú también puedas disfrutar de felicidad.
Toño -
tumejoramig@ -
TERREMOTO -
Besitos con sabor a polvora, fueron preciosos cada año se superan.
Picasso -
sormalizima -
(Si no fuese que soy monja...y estas "terrenalidades" no me están permitidas...hasta suspiraría...y tó)
Besitos.
Toño -
Sabes que me puedes dejar solo, pero no abandonarme, que son cosas distintas.
TERREMOTO -
Si es que no te puedo dejar sòlo, te me despendolas con los calores.;p
Besitos suaves ppr si te quemaste con la arenita.