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El quiosco verde

Todo comenzó cando yo no había cumplido los quince años.

El todavía imberbe Antonio, carne de colegio privado, religioso por supuesto, tenía ganas de experimentar. Mis hormonas superaban a mi razón y siempre he dicho que mi curiosidad es más grande que mi educación.

Había visto ese quiosco, situado en una esquina de la Plaza, todos los días desde que había empezado a ir al colegio. Era de madera, pintado de verde tenía plantado a su lado un gemelo. Pero este era más atractivo a mis ojos. Este tenía revistas porno.

Yo ya había visto alguna, por supuesto. En el aula o en el patio de recreo, los niños hacíamos corrillos para ver las grandes tetas de las chicas fotografiadas y su otra intimidad que nosotros llamábamos "cona", brillante, abierta y ofreciendose de forma que nadie podría ignorar. No todos nos fijábamos en la cara de las modelos. Yo lo hacía al principio, pero no me decian nada, más tarde descubrí por qué. Todas me parecían tan falsas. Grandes cuerpos, tal vez. Malas actrices intentando transmitir placer.

Como te decía princesa, las había visto, pero nunca había comprado una para poder disfrutar de ella sin la mirada cómplice de mis compañeros de colegio, ya me entiendes. Me moría de vergüenza con sólo pensarlo. Pero ese día me sentía bien, subidón de valentía, supongo. Estaba decidido, saldría de casa con cualquier excusa e iría al quiosco de la Plaza.

Aún lo recuerdo. Sólo percibí una sensación parecida el día de mi examen para el permiso de conducir, me temblaban las piernas, tartamudeaba y mi corazón parecía querer salirse de su hoquedad, tal vez para ver conmigo la revista que estaba a punto de compar y seguro me iba a costar la paga de un mes. Pero había ahorrado.

Era un día gris, típico. Era invierno y hacía frío. Rondé la plaza con nombre de escritor famoso durante tiempo, no recuerdo cuanto, pero pude arrepentirme y volver a convencerme una decena de veces. Bueno...más o menos. Ten en cuenta que hace mucho tiempo de esto.

"Ahora no pasa mucha gente". Pensé. Me decidí por fin. Me acerqué temblando y lo ví.

Era el quiosquero, todos conocíamos su nombre de cuatro letras y sabíamos de su tendencia sexual.

Sí, era maricón. Así se decía antes. Ahora hay que decir gay, como mucho homosexual.

Me acerqué, decía, y pedí lo que quería. Yo, que era el tercero más alto de clase y jugaba de ala-pivot en el equipo del colegio (como Gasol, salvando las diferencias) apenas llegaba a la altura del mostrador.

"A ver neniño, ven por aquí", me dijo señalando la entrada al chiringuito y abriendo una puerta lateral.

Fui, seguía temblando, cada vez más. Pero fui.

La sorpresa fue el desorden que había allí dentro. Todo tipo de diarios, panfletos varios y revistas de todo tipo, clase y condición convivían con una fiambrera (ahora tapergüer) con comida, una botella de agua y una banqueta.

Rebuscó y me enseñó lo que había solicitado. Yo sólo miraba el precio. Sabía que las de fotos brillantes eran muy caras. Las de blanco y negro en papel de periódico eran más accesibles según mi presupuesto.

Vi unas que me llamaron la atención sobre las demás. Sólo tenían fotografías cada seis o siete páginas de texto. Eran relatos. "ESTA", dije.

"¿Te gusta esta, eh?" preguntó. Y empezó a tirarme los tejos.

Yo al principio no fui consciente. O sí, y quería jugar... Aún hoy tengo dudas.

Con sus comentarios sobre las revistas más excitantes que la que yo había elegido, las penetraciones, las mamadas, las eyaculaciones en las caras de las chicas y demás...consiguió excitarme. Que raro en un niño de catorce años.

No sé como lo hizo pero logró sacarme la polla del pantalón de tergal, recuerdo que alabó su tamaño y comenzó a masturbarme. Y yo me dejé. Proseguía mientras yo tenía los ojos puestos en la Plaza, por si venía alguien, pero el mundo parecía parado en ese instante. Intentaba besarme en la boca mientras me decía chorradas que no bienen al caso, y le dejé. Noté que estaba sin afeitar,  eso me molestó. Tal vez por eso ahora me afeito todos los días.

Me corrí. No voy a contar aquí cuanto tiempo tardé.

Me acercó una servilleta para limpiarme y él se limpió con otra.

Más alabanzas y la invitación para volver cuando quisiera.

Pero me cobró la revista. No te jode.

Pasó tiempo, mucho tiempo, pero volví. La segunda vez me llevé dos revistas de fotos de tías en bolas a todo color totalmente gratis.

2 comentarios

sormalizima -

¡Be happy!

toño -

Don´t worry.